sábado, 25 de julio de 2009

COSTUMBRES Y TRADICIONES DE GUATEMALA

Estimados compañeros espero no sea tarde para poder presentarles mi proyecto.

Mi idea esta enfocada en recopilar material (escritos, videos, fotos, música, etc) sobre las distintas tradiciones y costumbres que enriquecen nuestra cultura guatemalteca, ser un vehículo que de a conocer en un solo lugar este tipo de información para aquellas personas que les interese conocer mas de Guatemala, la encuentren y a la vez hagan sus comentarios.
TRADICIONES Y COSTUMBRES DE GUATEMALA su contenido exclusivamente 100% guatemalteco.

LAS LEYENDAS DE GUATEMALA

http://www.youtube.com/watch?v=6s9hvz0c3aA

Una de las tradiciones que ya se están perdiendo, inclusive en Internet es difícil encontrar en un solo lugar son las leyendas que hablan sobre los espantos o fantasmas como por ejemplo: la llorona, el cadejo la ciguanaba, el sisimite, la tatuana, etc. Ya los abuelos dejaron la tradición de contarles a sus nietos están maravillosas historias que en su tiempo era fascínate escucharlas tanto por niños, jóvenes o adultos daban en realidad miedo, ahorra con tanta tecnología que nos rodea les causa riza, ya están acostumbrados y adaptados a las imágenes grotescas y sonidos extravagantes de las películas de terror o videojuegos, en los que pasan la mayor parte de su tiempo, pero la realidad es que no se si es por esto que ya no les interesa a estos nuestros compatriotas mas dedicarse merodear por la noche en nuestras tierras o por temor a tanta violencia, que hay en el país no baya a ser que en una salida nocturna que tengan se topen con alguien que les de para sus dulces o porque la situación económica esta tan delicada que decidieron mejor emigrar hacia el norte, solo imagínense estimados amigos a nuestras compatriotas tanto a la llorona, la ciguanaba o a la tatuana trabajando también de noche de lavaplatos, hacer la limpieza de mucama o niñera cuidando posiblemente a los hijos de chucky, ja, ja, aja, considero que la señora llorona por lo menos les envía mes a mes remesas de dinero a sus hijos para que estos lo guarden en alguna financiera fantasma.

En fin creo que estos ya son fantasmas del siglo pasado, ahora creo que lo actual pudiera ser alguien con mucha imaginación empiece a relatarnos nuevas apariciones de personajes como chóferes tal vez en un bus fantasma o taxistas buscando su vehículo etc. creo que para llenar nuestra imaginación lamentablemente existe mucho material, pero mientras esto sucede creo que es mejor disfrutar lo que ya extradición y no dejar que desparezca, para empezar les dejo La Historia del Cadejo de nuestro Premio Novel Miguel Angel Asturias. Espero les guste y la disfruten.






LEYENDA DEL CADEJO
Y asoma por las vegas
el Cadejo, que roba
mozas de trenzas largas
y hace nudos en las
crines de los caballos.

Madre Elvira de San Francisco, prelada del monasterio de
Santa Catalina, sería con el tiempo la novicia que recortaba las
hostias en el convento de la Concepción, doncella de loada
hermosura y habla tan candorosa que la palabra parecía en sus
labios flor de suavidad y de cariño.
Desde una ventana amplia y sin cristales miraba la novicia
volar las hojas secas por el abraso del verano, vestirse los árboles
de flores y caer las frutas maduras en las huertas vecinas al
convento, por la parte derruída, donde los follajes, ocultando las
paredes heridas y los abiertos techos, transformaban las celdas y
los claustros en paraísos olorosos a búcaro y a rosal silvestre;
enramadas de fiesta, al decir de los cronistas, donde a las monjas
sustituían las palomas de patas de color de rosa, y a sus cánticos
los trinos del cenzontle cimarrón.

Fuera de su ventana, en los hundidos aposentos, se unía la
penumbra calientita, en la que las mariposas asedaban cl polvo
de sus alas, al silencio del patio turbado por el ir y venir de las
lagartijas y al blando perfume de las hojas que multiplicaban el
cariño de los troncos enraizados en las vetustas paredes.
Y dentro, en la dulce compañía de Dios, quitando la corteza
a la fruta de los ángeles para descubrir la pulpa y la semilla que
es el Cuerpo de Cristo, largo como la medula de la naranja —¡vere
tu es Deus absconditus!—,

Elvira de San Francisco unía su espíritu y su carne a la
casa de su infancia, de pesadas aldabas y levísimas rosas, de
puertas que partían sollozos en el hilván del viento, de muros
reflejados en el agua de las pilas a manera de huelgo en vidrio
limpio.

Las voces de la ciudad turbaban la paz de su ventana,
melancolías (le viajera que oye moverse el puerto antes (le levar
anclas; la risa (le un hombre al concluir la carrera de un caballo,
o el rodar de un carro, o el llorar de un niño.
Por sus ojos pasaban el caballo, el carro, el hombre, el niño,
evocados en paisajes aldeanos, bajo cielos que con su semblante
plácido hechizaban la sabia mirada de las pilas sentadas al redor
del agua con el aire sufrido de las sirvientas viejas.
Y el olor acompañaba a las imágenes. El cielo olía a cielo, el
niño a niño, el campo a campo, el carro a heno, el caballo a rosal
viejo, el hombre a santo, las pilas a sombras, las sombras a
reposo dominical y el reposo del Señor a ropa limpia.
Oscurecía. Las sombras borraban su pensamiento, relación
luminosa de partículas de polvo que nadan en un rayo de sol. Las
campanas acercaban a la copa vesperal los labios sin murmullo.
¿Quién habla de besos? El viento sacudía los heliotropos.
¿Heliotropos o hipocampos? Y en los chorros de flores mitigaban
su deseo de Dios los colibríes. ¿Quién habla de besos?...
Un taconeo presuroso la sobrecogió. Los flecos del eco
tamborileaban en el corredor.
¿Habría oído mal? ¿No sería el señor pestañudo que pasaba
los viernes a último hora por las hostias para llevarlas a nueve
lugares de allí, al Valle de la Virgen. donde en una colina alzábase
dichosa ermita?
Le llamaban el hombre-adormidera. El viento andaba por
sus pies. Como fantasma se iba apareciendo al cesar sus pasos de
cabrito: el sombrero en la mano, los botines pequeñines, algo así
como dorados, envuelto en un gabán azul, y esperaba los hostearios
en el umbral de la puerta.
Si que era; pero esta vez venía alarmadísimo y a las
volandas, como a evitar una catástrofe.
—¡Niña, niña —entró dando voces—, le cortarán la trenza,
le cortarán la trenza, le cortarán la trenza!...
Lívida y elástica, la novicia se puso en pie para ganar la
puerta al verle entrar; más calzada de caridad con los zapatos que
en vida usaba una monja paralítica, al oírle gritar sintió que le
ponía los pies la monja que pasó la vida inmóvil, y no pudo dar
paso...
... Un sollozo, como estrella, la titilaba en la garganta. Los
pájaros tijereteaban el crepúsculo entre las ruinas pardas e
impedidas. Dos eucaliptos gigantes rezaban salmos penitenciales.
Atada a los pies de un cadáver, sin poder moverse, lloró
desconsoladamente, tragándose las lágrimas en silencio como los
enfermos a quienes se les secan y enfrían los órganos por partes.
Se sentía muerta, se sentía aterrada, sentía que en su tumba —el
vestido de huérfana que ella llenaba de tierra con su ser—
florecían rosales de palabras blancas, y poco a poco se congoja se
hizo alegría de sosegado acento ... Las monjas —rosales
ambulantes— cortábanse las rosas unas a otras para adornar los
altares de la Virgen, y de las rosas brotaba el mes de mayo,
telaraña de aromas en la que Nuestra Señora caía prisionera
temblando como una mosca de luz.
Pero el sentimiento de su cuerpo florecido después de la
muerte fue dicha pasajera.
Como a una corneta que de pronto le falta hilo entre las
nubes, la hizo caer de cabeza, con todo y trapos al infierno, el
peso de su trenza. En su trenza estaba el misterio. Suma de
instantes angustiosos. Perdió el sentido unos suspiros y hasta
cerca del hervidero donde burbujeaban los diablos tornó a
sentirse en la tierra. Un abanico de realidades posibles se abría
en torno suyo: la noche con azúcares de hojaldre, los pinos olorosos
a altar, el polen de la vida en el pelo del aire, gato sin forma ni
color que araña las aguas de las pilas y desasosiega los papeles
viejos.

La ventana y ella se llenaban de cielo...
—¡Niña, Dios sabe a sus manos cuando comulgo!
—murmuró el del gabán, alargando sobre las brasas de sus
ojos la parrilla de sus pestañas.
La novicia retiró las manos de las hostias al oír la
blesfemia... ¡ No, no era un sueño! Luego palpóse los brazos, los
hombros, el cuello, la cara, la trenza...
Detuvo la respiración un momento, largo como un siglo al
sentirse la trenza. ¡No, no era un sueño, bajo el manojo tibio de
su pelo revivía dándose cuenta de sus adornos de mujer,
acompañada en sus bodas diabólicas del hombre-adormidera y de
una candela encendida en el extremo de la habitación, oblonga
como ataúd! ¡La luz sostenía la imposible realidad del enamorado,
que alargaba los brazos como un Cristo que en un viático se
hubiese vuelto murciélago, y era su propia carne! Cerró los ojos
para huir, envuelta en su ceguera, de aquella visión de infierno,
del hombre que con sólo ser hombre la acariciaba hasta donde
ella era mujer —¡la más abominable de las concupiscencias!—;
pero todo fue bajar sus redondos párpados pálidos como
levantarse de sus zapatos, empapada en llanto, la monja
paralítica, y más corriendo los abrió... Rasgó la sombra, abrió los
ojos, salióse de sus adentros hondos con las pupilas sin quietud,
como ratones en la trampa, caótica, sorda, desemblantadas las
mejillas —alfileteros de lágrimas—, sacudiéndose entre el estertor
de una agonía ajena que llevaba en los pies y el chorro de carbón
vivo de su trenza retorcida en invisible llama que llevaba a la
espalda.
Y no supo más de ella. Entre un cadáver y un hombre, con
su sollozo de embrujada indesatable en la lengua, que sentía
ponzoñosa, como su corazón, medio
loca, regando las hostias, arrebatóse en busca de sus tijeras, y al
encontrarlas se cortó la trenza y, libre de su hechizo, huyó en
busca del refugio seguro de la madre superiora, sin sentir más
sobre sus pies los de la monja...

Pero, al caer su trenza, ya no era trenza: se movía,
ondulaba sobre el colchoncito de las hostias regadas en el piso.
El hombre-adormidera buscó hacia la luz. En las pestañas
temblábanle las lágrimas como las últimas llamitas en el carbón
de la cerilla que se apaga. Resbalaba por el haz del muro con el
resuello sepultado, sin mover las sombras, sin hacer ruido,
anhelando llegar a la llama que creía su salvación. Pronto su paso
mesurado se deshizo en fuga espantosa. El reptil sin cabeza
dejaba la hojarasca sagrada de las hostias y enfilaba hacia él.
Reptó bajo sus pies como la sangre negra de un animal muerto, y
de pronto, cuando iba a tomar la luz, saltó con cascabeles de
agua que fluye libre y ligera a enroscarse como látigo en la
candela, que hizo llorar hasta consumirse, por el alma del que
con ella se apagaba para siempre. Y así llegó a la eternidad el
hombre-adormidera, por quien lloran los cactus lágrimas blancas
todavía.
El demonio había pasado como un soplo por la trenza que,
al extinguirse la llama de la vela, cayó en el piso inerte.
Y a la medianoche, convertido en un animal largo —dos
veces un carnero por luna llena, del tamaño de un sauce llorón
por la luna nueva—, con cascos de cabro, orejas de conejo y cara
de murciélago, el hombre-adormidera arrastró al infierno la trenza
negra de la novicia que con el tiempo sería madre Elvira de San
Francisco —así nace el Cadejo—, mientras ella soñaba entre
sonrisas de ángeles, arrodillada en su celda, con la azucena y el
cordero místico.

Leyendas de Guatemala
Leyenda del Cadejo
MIGUEL A. ASTURIAS

jueves, 23 de julio de 2009


Universidad Galileo es la primera universidad con un enfoque tecnológico en Guatemala, su objetivo es preparar futuros profesionales que puedan alcanzar altos niveles de productividad, necesaria para el desarrollo de la industria, la ciencia, la educación y la tecnología.
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Es un diplomado Online sobre Internet, impartido a través de Internet, donde los estudiantes seleccionados de nivel diversificado de establecimientos educativos públicos y privados en todo el país recibirán durante 10 semanas un curso completo sobre Internet , diseño y desarrollo de sitios web.

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